Guardians of the Galaxy Vol 3 (James Gunn, 2023)
Mucho tienen que agradecer los mandamases de Marvel a James Gunn, entre ello que su despedida de la empresa, para hacerse cargo de su directa competidora, es lo mejor que ha entregado Marvel desde Thor: Love and Thunder, precisamente también de otro director con suficiente personalidad para no necesitar que Kevin Feige intervenga y termine haciéndolo todo igual, ya lo he venido comentando en las últimas entradas de títulos del MCU.
La tercera y, de momento, última entrega de Los Guardianes, funciona estupendamente por lo mismo que sólo los títulos de DC que ha tocado Gunn se salven de la quema general, no ya el que Gunn sepa dirigir (aunque en más de un caso, eso ya es un avance importante), sino el que imprime personalidad al producto, por lo que venimos viendo, la suya propia.
Esa es la diferencia fundamental con el resto de películas de la compañía, y ese es el motivo por el que todos los episodios de Los Guardianes (excepto aquella cosa que hicieron para navidad) funcionan, por más que la historia explícita, en realidad, es la misma historia de superhéroes con el mismo desarrollo y los mismos elementos de siempre.
En este caso, no obstante, y sirviéndose de esos mismos elementos, Gunn marca su despedida con un punto y aparte respecto a su equipo, que se construye desde el inicio de la película, ese en el que nos damos cuenta de que aquí Star Lord no va a ser el protagonista, y nos comienza a contar la historia de Rocket, porque algo pasa con Rocket.
Concretamente que, tras el ataque de un Warlock que tendría que haberlo secuestrado, se descubre que Rocket va a morir porque está programado para ello. Por lo que, mientras en la historia superheroica principal sus amigos buscan la forma de salvarlo, acompañamos a Rocket en su coma mientras repasa su vida, sus amistades, sus esperanzas, el cómo el propio villano de la historia superheroica fue el que lo creó para traicionarlo, y el cómo, a pesar de su papel habitual de gregario, él es el líder, siempre fue el líder, como bien le recuerdan sus antiguos amigos cuando está a las puertas del final.
Sin perder su toque humorístico habitual, y su sentido del hacer espectáculo, que lleva a algunas de las escenas más espectaculares de todo el MCU, parece que la posible muerte de Rocket no sólo lo afecta a él, sino que remueve a todos sus compañeros, que terminarán buscando la forma de seguir su propio camino, que puede llevarlos a ninguna parte o a sacrificarlo absolutamente todo, hasta a ellos mismos. Gunn nos hace elaborar así su duelo, a la vez que deja perfectamente organizadita una nueva versión de los Guardianes, preparados para un posible futuro sin el propio Gunn.
El malo es malísimo y tiene un plan, en este caso muy absurdo y que no cambia por más que lo repite sin resultado. A los que buscan venganza a veces les sale el tiro por la culata. Las alianzas son frágiles cuando no se cuidan. Hay muchos héroes inesperados, planetas preciosos, naves espaciales inmensas, persecuciones, momentos en que todo parece que va a salir mal y nos ponen en tensión aunque sepamos que es todo un espejismo... Pero sobre todo hay unos cuantos momentos de emoción de verdad, de esa que te pone el nudo en la garganta, de ese que surge cuando te das cuenta de que se va lo que no querías que terminase.
Sinceramente, no las tenía todas conmigo, dados los últimos antecedentes, y la primera media hora me hizo presagiar lo peor. Qué gusto da equivocarse, y cuánto de menos van a a echar a Gunn los señores que le pagaban. Casi tanto como nosotros.
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