13 marzo 2024

Piratas

 Pirates (Roman Polanski, 1986)

 


Las acusaciones de abuso sexual joden tanto la vida de los hombres que Polanski tuvo que emigrar, para que le siguieran pagando por hacer películas, A FRANCIA, el pobrecito mío. Todo ello por una acusación que tiene tan poco fundamento, según sus defensores, que ha hecho que lleve cuarenta años sin entrar en los EEUU sólo para evitar el juicio, mientras sigue ganando dinero, premios... Toda una tragedia que le ha cercenado la vida.

Y Francia, ese país en el que actrices renombradas hacen cartas para defender públicamente a los hombres (incluyendo a los directores que, presuntamente, las han acosado),  ha sido quien ha financiado fundamentalmente financió, incluyendo éste carísimo que, sinceramente, si no fuera por Walter Matthau no tendría a estas alturas mayor interés, creo. 

Y no ya por posibles dilemas morales (soy demasiado viejo como para no separar al autor de la obra), sino porque Polanski, como otros tantos excelentes directores dramáticos, no parece tener la mejor mano para la comedia, menos para la de acción, menos para una cuya base argumental, copiada del cine de aventuras de los años treinta y cuarenta, ha sido inspiración (al menos tácita) para todas las películas de piratas y/o seudodelincuentes heroicos que hemos visto en los últimos treinta años. Pero no creo que Pirates sea una mala película, no me entiendan mal. 

Las aventuras y desventuras del capitán pirata Thomas Bartholomew Red y su gregario Jean Baptiste, en búsqueda de la supervivencia, del trono de oro de los aztecas robado por los españoles, y del amor, los llevará desde la balsa en medio del océano donde los encontramos a la esclavitud, a la rebelión, a la gloria pirata y a la lucha contra el Imperio Español, para dejarlos en una situación en de la que podrían haber salido mejor parados si no les hubiese podido la terquedad y la idiocia.

Matthau está soberbio como Jefe de Pista, el resto de payasos de circo cumplen a la maravilla su función, el guión abunda en situaciones chistosas y locuras hilarantes, la acción funciona con los estándares de la época (efectos especiales incluidos), pero no deja de ser poco graciosa y algo artrósica, incluso los momentos más desquiciados (como toda la trama del enamoramiento) parecen frenarse, estando al límite de lo ridículo cuando podían haber sido descacharrantes. 

Es cierto que a medida que avanza el metraje la película parece ir consiguiendo el tono apropiado, y la última hora es más que disfrutable y entretenida, lo que coincide con que termina de desarrollarse bien el personaje de Matthau, que siendo el alfa y el omega de toda la historia, tarda demasiado en estructurarse, tanto que durante la primera media hora da la impresión de que el propio Matthau no quería estar ahí.

Resulta simpática y más graciosa que el noventa por ciento de las comedias francesas del año, aunque el humor retorcido de otras obras de Polanski casi ni aparece. Está, en ese sentido y guardando las distancias, más cerca de Les Visiteurs que de Lunes de fiel, y eso, como película, no creo que sea bueno.   

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