16 febrero 2024

María Antonieta

Marie Antoinette (Sofia Coppola, 2006)

 


No hay nada como haberte convertido en la directora de moda entre, precisamente, la crítica moderna para conseguir realizar tus sueños. Eso le pasó a Coppola, en  la que se unieron nepotismo, aclamación crítica, aprovechamiento inteligente de todos los recursos de moda en el cine indie, una película previa, Lost in Traslation, que acaparó premios de todo tipo, y, por qué no reconocerlo, un poquito de talento. 

Con todos esos elementos, Coppola tuvo la tormenta perfecta para conseguir hacer una película carísima por la que, sobre el papel, nadie hubiera necesariamente apostado. No por el personaje en sí, perfecto para un biopic romantizándolo, sino por la visión de la directora, alejada en muchos aspectos del mainstream, con lo que eso significa para los inversores.

Pero como estamos de moda, el experimento no salió mal del todo. La publicidad extra de muchos señoros indignadísimos, como si estuvieran en 2023 y hubieran estrenado Barbie, porque la representación de Coppola no concordaba con la visión mítica de María Antonieta como una manipuladora psicópata, supongo que también le vino bien. Y es que, en realidad, esa era su mayor baza.

Coppola no nos cuenta, en sí, la historia de la última Reina de Francia previa a la Revolución, ni su caída con ésta, aunque está presente. Coppola nos cuenta la historia de una presunta privilegiada a la que van arrebatándole todo, empezando por su perro, para conseguir mantener su privilegio y, sobre todo, el del resto de su familia. Una presunta privilegiada que, desde su poder económico, va a estar toda su vida intentando llenar unos huecos que jamás terminarán de completar la falta, más que momentáneamente, y que finalmente parece conseguir un modo que le provoca cierta paz, que le será arrebatada cuando se tenga que enfrentar a las consecuencias de su privilegio.

Todo ello desde la conciencia de imperfección. Coppola huye de la justificación, de la romantización pura, y no esconde los demonios y los aspectos más controvertidos del personaje, al fin y al cabo estaba realmente rodeada de pasteles que nadie se comía mientras la gente pasaba hambre, sólo que prefiere mostrar más que juzgar, y consigue así que entendamos, por más que no terminemos de compartir, su sufrimiento.

Ni sé, ni en realidad me interesa, lo ajustado a la historia que esté lo que me cuenta Coppola. Como historia resulta mucho más real, coherente e interesante que la tradición histórica que la demonizaba. Y además lo rueda con la elegancia que ya le conocemos, sin ningún aspaviento, sin una emoción más alta que otra, con sus juegos de luces y sombras, con su tono pausado, con sus escenas de aparente relleno pero que en realidad siempre aportan algo, y con ciertas transgresiones en forma de planificación caprichosa que, en su conjunto, funciona estupendamente. 

Pero si algo hay que sobresale es Kirsten Dunst, actriz espectacular ya desde pequeña (su Claudia de Interview with the vampire es historia del cine, sostengo), sobre la que levanta toda la película, y que vuelve a demostrar que, por más que tenga ayuda (qué bien está Jason Schwartzman, por poner un ejemplo), sigue siendo de las mejores de su generación, y que, por más que no termine de ser reconocida por sus iguales, siempre tendrá el cariño de toda esta gente. Y nuestro respeto como lo enormísima actriz que es. Eso también.

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