Barbie (Greta Gerwig, 2023)
"¿A que no hay huevos de conseguir que Barbie sea el adalid de la feminidad postmoderna?" dijo alguien, en algún momento, en Mattel, y aquí estamos, amigos.
Varios meses después de su estreno, y cuando aún Warner no sólo no ha parado de facturar con ella, sino que se ha saltado su propia política de estrenos en HBOMax para seguir sacando tajada vía otras plataformas de streaming (donde se puede alquilar para ver al doble o triple de precio de lo que cuesta una entrada de cine), Barbie se ha convertido en la película más taquillera del año y una de las más taquilleras del siglo, a pesar de los vaticinios de descalabro de todo el incelismo occidental, que ahora parecen querer cargarle a ella toda la responsabilidad de los descalabros económicos de la productora, porque eso es lo que tienen que hacer las mujeres, claro, responsabilizarse y resolver todo lo que cagan unos directivos que no saben más que tomar malas decisiones, ya hablaremos de The Flash.
Podríamos hablar del fenómeno Barbie, de esa especie de sororidad femenina creada con varios vestidos rosas y unas fotos promocionales que destilan buen rollo, con unos protagonistas entregadísimos a ella y una sensación, antes de ver la película, de que todo el mundo se lo estaba pasando de puta madre, de esa hermandad creada entre madres e hijas, o de esa, no tan espontánea, ocurrencia que ha llenado las salas de proyección de gente vestida de rosa chicle. Pero se ha hablado demasiado y éste es un blog de cine, por lo que a lo mejor vamos tarde y no es el sitio. A lo mejor.
Podríamos también hablar de Barbie, la película. De esa historia de esa muñeca que vive en un mundo ficticio donde todo es felicidad hasta que empieza a actuar "raro", a preguntarse cuestiones existenciales en medio de la misma fiesta estúpida con sus amigas que tienen todas las noches, y que se da cuenta de que están jugando mal con ella, por lo que tiene que ir al mundo de los humanos a resolverlo para no quedar relegada al destierro, como las otras muñecas "malas" (la hostia a Mattel con este tema se ha escuchado hasta en Alfa Centauri).
De cómo su Ken, un mindundi que en su mundo se pasa los días mendigando el amor de Barbie sin que esta le corresponda (como todo el resto de Barbies a todo el resto de Ken), descubre la cultura occidental y, cuando Barbie vuelve a la que era su casa con su humana y su hija, Ken ha convertido esa casa en su "Mojo Dojo Casa House", y Barbielandia en el paraíso de los concursantes de Mujeres, Hombres y Viceversa, porque ha entendido que tiene que buscar su lugar "en contra de" el otro, en este caso, su propio presunto amor.
Y de cómo la Barbie prototípica, con la ayuda de las Barbies descartadas por no ser normativas, consigue convencer a las presuntas Barbies exitosas de que, por más fácil que sea aceptar la posición de sumisión florerística al macho dominante, la libertad la tiene uno cuando decide y, sobre todo, cuando la dejan decidir.
Y de cómo Gerwig construye una comedia divertidísima donde todo vale, con números musicales hilarantes, y con personajes que deberían chirriar pero encajan como un guante teniendo en cuenta de que se busca con ansia la exageración y el absurdo no sólo como modo de expresión, sino también como metáfora de la estupidez de la lucha de géneros del mundo en el que vivimos, cuando la verdadera lucha es interior y tiene que ver con descubrirnos y aceptarnos como nosotros mismos. Eso que tiene que hacer Ken, pero también su humana y su hija.
Creo que las bromas funcionan sin problemas. Sí que se alarga demasiado toda lo relacionado con los directivos de Mattel, parte de la que he escuchado mucha queja por incongruente, pero que, quizá porque estoy convencido de que era el propósito, encaja estupendamente con lo ridículo de lo que hablábamos antes. Me chirrían un poco más los, pocos, momentos melodramáticos relacionados con el homenaje a la Barbie original y a su creador. Quizá eso es lo único que no termino de encajar. Pero ya hay millones de críticas acerca de la película, busquen opiniones allí, no es para eso para lo que quería escribir este post.
Porque en realidad de lo que quería hablar, cuando vi la película, es de los movimientos que han producido, tanto el fenómeno Barbie, como Barbie la película, en todo esa ultraderecha que ha asimilado los preceptos del movimiento incel como propios, y que ha creído que llamando al boicot de una película que los señala como misóginos inadaptados, mediante demostraciones públicas de que son unos misóginos inadaptados, era una idea cojonuda. Por lo que sea, ha funcionado igual de bien que ir a defender el "orden constitucional" con gritos de "¡Viva Franco!". Por lo que sea.
Aunque no sólo se han limitado a insultar a mujeres por serlo, también hemos cobrado los lgtbiq+, los racializados y, en general, el noventa y nueve por ciento de la población mundial, esa que no son hombres blancos heterosexuales que creen ser superiores al resto por el simple hecho de serlos y que, por ello, tienen más derechos que nadie, incluyendo a poder tratar a las mujeres como cachos de carne y que estas no sólo no se quejen, sino que dejen usarlas como los cojines a los que se follan.
Pero por más que quiera hablar de eso, no voy a hacerlo. Igual que no voy a hablar de la mayor genialidad de la cinta, esa situación de que las mujeres pueden ser lo que quieran ser en un mundo donde están asexuadas, pero para poder tener genitalidad tienen que venir al mundo real, donde ya las limitaciones son mayores, incluyendo el tener que ir a que te revisen los bajos (todo ello prácticamente sin recalcar nada y sólo con un comentario y la escena final en una película de casi dos horas). .
Pero no hablaré de nada de esto, porque ya se ha hablado de todo y porque ya hace mucho tiempo que se le está dando vueltas. Yo en realidad sólo escribía esto para cagarme en los muertos de la Warner por no poder aprovechar mi suscripción a HBOMax para verla una vez en semana. Todo eso me ha gustado, por más que no sea la mejor película del año, ni le haga falta serlo.
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