Venom (Ruben Fleischer, 2018)
Conocí a Venom cuando era pequeño, en unos tebeos fragmentados de Spiderman que acompañaban a algún dominical que no recuerdo, como enemigo del hombre araña. No me acuerdo de haber visto recorrido televisivo o cinematográfico previo a ser presentado, efectivamente, como archienemigo del mismo en la peor de la triología de Raimi, completamente eclipsado por el resto de villanos, en lo que me imagino que pretendía ser una presentación para una segunda triología que Raimi quería hacer centrándose en él, según estoy leyendo ahora.
La cosa no prosperó, pero tras anuncios, alguna referencia en otras cintas y Marvel queriendo hacerse cargo de ella, llega en 2018 una película de Venom que, al contrario que en aproximaciones anteriores, lo alejaban de Spiderman para ponerlo como protagonista. La película que se les ocurrió hacer, ni mucho menos la que el personaje merecía.
Un simbionte alienígena está siendo motivo de estudio secreto en una Fundación con un director/dueño que alberga, oh sorpresa, intenciones inmorales con sus resultados. Ese simbionte escapa y se refugia en Eddie Brock, un periodista/fotógrafo que estaba investigando la Fundación, y a quien dota de poderes sobrehumanos cuando toma el control, sirviéndole el humano como camuflaje y dador de conocimiento en un mundo en el que está perdido.
Por supuesto, los malos quieren recuperar al simbionte, el simbionte quiere escapar a toda costa, hay muchos malentenidos, entre ellos el que nadie entiende a un monstruo de dos metros largos que come humanos, hay una señora que no debería haber estado ahí y un simbionte extra, maligno, que se aliará con el villano humano en contra de Venom, y que tiene un plan para conquistar La Tierra. Tenemos nuestra escena final, donde todo parece que va a salir fatal y donde las cosas terminan como terminan, pero luego no.
No sé si estoy transmitiendo lo que quiero transmitir, pero en realidad es simple. Venom es una película genérica acerca de superhéroes donde, por más que está bien hecha y es entretenida, no hay ni un sólo aspecto destacable.
Sigue una estructura clásica, casi sin variaciones, por más que el argumento está mejor resuelto que el de la mayoría de las producciones de este tipo (luego ya el guión, bueno, está ahí). Está rodada de la forma en que se ruedan todas estas cintas detrás de las que no hay nadie con cierta personalidad, pero sí que hay que reconocer que la parte del descubrimiento de la posesión, y los distintos problemas que eso generan a Eddie resulta simpática y hasta tiene un par de chistes conseguidos, por más que durante todo el metraje no deja de moverse en la más absoluta mediana, como si tuviera miedo de molestar a alguien si se desviaban de lo habitual. Cosa que no es de por sí mala, ojo. Buena tampoco, eso sí.
Precisamente se salva por su clasiquismo, y porque Tom Hardy le da un punto sexy/canallita/irreverente que agrega un poco de sal al asunto. Una pena que ese toque canalla se quede ahí, sólo en un punto, y nunca acabe de despegar. Hubiera podido ser muy chula.
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