Doctor Sleep (Mike Flanagan, 2019)
Desconocía que existía una secuela de The Shining, entre otras cosas porque, por más que lo siga en Twitter, desde inicios de mi edad adulta estoy muy despegado de lo que escribe Stephen King, tampoco tengo muy claro por qué con lo que disfruté hasta algunas de sus novelas apócrifas.
Pero The Shining sí. Me fascinó tanto en novela como en cine, en sus versiones original o castellanizada, con ese doblaje infame que, a estas alturas y con la distancia, entiendo que ayudaba perfectamente a la sensación de irrealidad y miedo que Kubrick quería. Quizá por eso a él le gustó tanto.
Estos son los antecedentes, que de nada sirvieron para mi experiencia con una película que vi como solución de compromiso, repasando el catálogo de HBOMax en una tarde buscando algo que contentara a los presentes. Tardé en darme cuenta de la relación, más de mitad del metraje, hasta que caí en que el protagonista era Danny, el pequeño dueño del resplandor de la novela y película originales, a pesar de las referencias y con ayuda, precisamente, de la falta de exceso de las mismas y el intento de separarse de su precuela.
No creo que esa distancia parcial ayudara en absoluto a la cinta, tampoco lo contrario. Si de algo hace gala Doctor Sleep durante la mayor parte de su metraje es de una aparentemente calculada falta de personalidad, no deja de ser cine de género dentro de la media, mediocre, del mismo. Tarda en comenzar, tarda en que entendamos qué es lo que está contando, tarda en que integremos las distintas historias y adonde nos quieren llevar... todo ello desde una mirada aséptica que no molesta, pero está bastante cerca de aburrir.
Los actores hacen lo que pueden, la dirección es eficaz por más que no se diferencie de ninguna otra película del estilo, la historia va avanzando... pero no es hasta su media hora final, esa vuelta al hotel donde se produjo todo, y donde todo terminará, donde realmente coge peso, ahí ya sí que por medio de referencias que se convierten en homenajes a la cinta de Kubrick, que Flanagan abraza sin pudor, como si en realidad fuera lo que hubiese querido hacer desde el principio. Sólo ahí consigue mantener el ritmo, se vuelve vibrante, angustiosa y tensa, y parece otra película, muchísimo mejor que todo lo que hemos visto antes, aunque no sé si tanto como para justificar el muermo anterior.
P.D.: Me da la impresión de que casi todo lo que veo últimamente se salva por los finales. Lo mismo deberían mirárselo, o prestar yo más atención a los inicios y los medios, no sé...
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